La ballena calurosa
Waky la ballena vivía en una pequeña laguna salada. Era la única
ballena del lugar y llevaba una vida muy cómoda, así que se había vuelto un
poco caprichosa. Un año llegó un verano de calores tan fuertes, que el agua
subió su temperatura y Waky, acostumbrada a una vida tan plácida, sentía que no
podría aguantar tanto calor. Un pececillo que había pasado algún tiempo en una
pecera de unos niños, le contó que los humanos utilizaban abanicos para
refrescarse en verano, y la ballena ya no pudo pensar en otra cosa que en
construirse un abanico.
Todos le dijeron que era una exagerada, que aquellos calores
pasarían rápido, pero Waky creó su enormísimo abanico, y en cuanto estuvo listo,
comenzó a abanicarse... ¡Pobrecillos todos! El gigante abanico sacudió tan
fuertemente las aguas de la pequeña laguna, que por todas partes surgieron
enormes olas que se desbordaban, y terminaron por dejar la laguna medio vacía,
y a la enorme ballena en el centro, sin poder moverse, con sólo unos pocos
centímetros de agua para refrescarse.
- “No podías aguantarte un poquito, tenías que vaciarnos la
laguna", decían unos.
- "¡Impaciente!, ¡egoísta!" le gritaban otros.
Pero lo peor para Waky no eran los insultos, sino que con tan
poquita agua el calor sí que era insoportable. Y preparándose para morir de
calor, se despidió de todos sus amigos, les pidió perdón, y les aseguró que si
volviera a vivir habría aprendido a ser más fuerte y aguantar mejor las
incomodidades.
Pero una vez más, Waky estaba exagerando, y por supuesto que
pudo aguantar aquellos días calurosos, aunque en verdad sufrió un poquito. Y
cuando las siguientes lluvias devolvieron su agua a la laguna, y el tiempo
mejoró, Waky tuvo que cumplir su promesa, y demostrar a todos que había
aprendido a no ser tan comodona, impaciente y caprichosa.
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