El truco
Juanito
Juanolas era un niño simpático y popular al que todos querían. Era tan
divertido, bueno y amable con todos, que le trataban estupendamente, siempre
regalándole cosas y preocupándose por él. Y como todo se lo daban hecho y todo
lo tenía incluso antes de pedirlo, resultó que Juanito se fue convirtiendo en
un niño mimoso; estaba tan consentido por todos que no aguantaba nada, ni tenía
fuerza de voluntad ninguna: las piedras en el zapato parecían matarle, si
sentía frío se abrigaba como si estuviera en el polo, si hacía calor la
camiseta no le duraba puesta ni un minuto y cuando se caía y se hacía una
herida... bueno, eso era terrible, ¡había que llamar a una ambulancia! Y se fue
haciendo tan notorio que Juanito era tan blando, que un día el propio Juanito
escuchó como una mamá le decía a su hijo "venga, hijo, levanta y deja de
llorar, que pareces Juanito Juanolas".
Puff,
aquello le hizo sentir tanta vergüenza, que no sabía qué hacer, pero estaba
seguro de que prefería que le conocieran por ser un niño simpático que por ser
"un mimoso". Durante algunos días trató de ver cuánto podía aguantar
las cosas, y era verdad: no aguantaba nada, todo le resultaba imposible de
soportar y cualquier dolor le hacía soltar lágrimas y lágrimas. Así que,
preocupado, se lo dijo a su papá, aunque le daba mucha vergüenza que se riera
de sus preocupaciones. Pero su papá, lejos de reírse, le contó que a él de
pequeño le había pasado lo mismo, pero que un profesor le contó un truco
secreto para convertirse en el chico más duro.
- ¿Y cuál es ese truco?
- Comer una golosina menos, estudiar un minuto más, y
contar hasta 5 antes de llorar.
Juanito
no se lo podía creer
- "Sólo con
eso?, ¡si está chupado!".
- Sólo con eso
-dijo su papá- es muy fácil, pero te aviso que te costará un poco.
Juanito
se fue contentísimo dispuesto a seguir aquel consejo al pie de la letra. Al
llegar junto a su mamá, ésta le vio tan contento que le dio dos golosinas.
"Una golosina menos", pensó Juanito, así que sólo cogió una, pero
comprobó que su papá tenía razón: ¡le costó muchísimo dejar la otra en la mano
de su madre!
Aquella misma tarde tuvo ocasión de poner el truco en
práctica, y estudiar un minuto más. ¡Se perdió el primer minuto de su programa
favorito! pero al conseguir hacerlo se sintió muy satisfecho, lo mismo que
ocurrió cuando se dio un golpe con la esquina de la mesa: sólo pudo contar
hasta 4, pero su mamá quedó impresionadísima con todo lo que había aguantado.
Y así, durante los siguientes
días, Juanito siguió aplicando el lema de comer una golosina menos, estudiar un
minuto más, y contar hasta 5 antes de llorar. Y cuanto más lo aplicaba, menos
le costaba, y en poco tiempo se dio cuenta de que no sólo podía comer menos
golosinas, estudiar más, y llorar menos, sino que también podía hacer cosas que
antes le parecían imposibles, como comer verduras o correr durante largo rato.
Y contentísimo, cogió un papel, escribió el truco, y lo guardó
en un cofre con un cartel que decía. "Cosas importantísimas que tendré que
contar a mis hijos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario