Hace
mucho, mucho tiempo, en un lugar muy lejano, en un valle verde y florido, el
hechicero Cuchufleta había plantado un árbol y al lado de su tronco había colocado
un cartel que decía:
“Soy un árbol encantado, si dices las palabras
mágicas, tendrás tu recompensa”.
En
realidad, nadie había comprobado su magia, pues no conocían las palabras
mágicas que había que usar, aunque muchos lo intentaron. Algunos habían tratado
de acertar el hechizo con palabras como: “abracadabra diente de cabra,
supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chan” y muchas otras expresiones,
pero nada de nada, no parecía que hicieran efecto.
Un
día, correteaba por allí un niño, que como todos los que por allí pasaban, leyó
el cartel y trató de adivinar las palabras mágicas, pero como el resto no
consiguió nada.
Rendido,
dijo suplicante:
_ ¡¡Por
favor, arbolito!!
Y
entonces, se produjo la magia, se abrió una gran puerta en el árbol.
El
pequeño, asombrado, miró dentro, y aunque todo estaba oscuro, vio un cartel que
decía:
“Sigue
haciendo magia”.
Entonces
el niño dijo:
_ ¡¡Gracias,
arbolito!!
Y en
el interior del árbol se encendió una luz que alumbraba un camino hacía una
gran montaña de juguetes y chocolate.
Y a
partir de entonces, se corrió la voz y todos los niños del mundo empezaron a utilizar
las palabras mágicas: por favor y gracias.
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