Adalina, un hada sin alas
Pero cuando cumplió la
edad en que debía convertirse en reina, muchas hadas dudaron que pudiera ser
una buena reina con tal discapacidad. Tanto protestaron y discutieron, que
Adalina tuvo que aceptar someterse a una prueba en la que tendría que demostrar
a todos, las maravillas que podía hacer.
La pequeña hada se
entristeció muchísimo. ¿Qué podría hacer, si apenas era mágica y ni siquiera
podía llegar muy lejos con sus cortas piernitas? Pero mientras Adalina trataba
de imaginar algo que pudiera sorprender al resto de las hadas, sentada sobre
una piedra junto al río, la noticia se extendió entre sus amigos los animales
del bosque. Y al poco, cientos de animalillos estaban junto a ella, dispuestos
a ayudarla en lo que necesitara.
- Muchas gracias,
amiguitos. Me siento mucho mejor con todos vosotros a mi lado - dijo con la más
dulce de sus sonrisas.
- pero no sé si podréis
ayudarme.
- ¡Claro que sí! -
respondió la ardilla- Dinos, ¿qué harías para sorprender a esas hadas
tontorronas?
- Ufff.... si pudiera, me encantaría atrapar el
primer rayo de sol, antes de que tocara la tierra, y guardarlo en una gota de
rocío, para que cuando hiciera falta, sirviera de linterna a todos los
habitantes del bosque. O... también me encantaría pintar en el cielo un arco
iris durante la noche, bajo la pálida luz de la luna, para que los seres
nocturnos pudieran contemplar su belleza... Pero como no tengo magia ni alas ...
- ¡Pues la tendrás guardada en otro sitio! ¡Mira!
-gritó ilusionada una vieja tortuga que volaba por los aires dejando un rastro
de color verde a su paso.
Era verdad. Al hablar
Adalina de sus deseos más profundos, una ola de magia había invadido a sus
amiguitos, que salieron volando por los aires para crear el mágico arco iris, y
para atrapar no uno, sino cientos de rayos de sol en finas gotas de agua que
llenaron el cielo de diminutas y brillantes lamparitas. Durante todo el día y
la noche pudieron verse en el cielo ardillas, ratones, ranas, pájaros y pececillos,
llenándolo todo de luz y color, en un espectáculo jamás visto que hizo las
delicias de todos los habitantes del bosque.
Adalina
fue aclamada como Reina de las Hadas, a pesar de que ni siquiera ella sabía aún
de dónde había surgido una magia tan poderosa. Y no fue hasta algún tiempo
después que la joven reina comprendió que ella misma era la primera de las
Grandes Hadas, aquellas cuya magia no estaba guardada en sí mismas, sino entre
todos sus verdaderos amigos.
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